Casi todos los artículos sobre este tema empiezan igual, y es que resulta llamativo cómo durante años nos enseñaron y nos creímos que para contar historias había que pensar sobre todo en el conflicto. Ya sé que estoy generalizando, y que hay personajes, narrador, tiempo, y que hay muchas obras que diríamos “son más bien de personaje” “no orientadas a la trama”, como ponen en algunas reseñas, tampoco soy especialista en estructura narrativa, ni en narratología, pero esta forma de armar o de analizar la estructura de una historia a partir del conflicto está bastante instalada en Occidente, sobre todo desde el mundo del cine mainstream supongo, en donde la forma narrativa es una pirámide y siempre incluye un conflicto y su resolución. El momento de clímax es el vértice superior en donde las fuerzas opuestas se enfrentan y luego alguien gana, alguien pierde, hay cierto acuerdo tal vez, pero la acción de los personajes se encamina siempre a ese enfrentamiento.
En la escuela, incluso, nos enseñaron que la forma de las historias era “Introducción, nudo y desenlace”, en donde “nudo” es el conflicto a resolver. Esta forma viene, claro, de la Poética de Aristóteles, escrita en el siglo IV A.C., en donde se indicaba que así era la estructura de la tragedia.
La literatura contemporánea se ocupó luego de agregar la dimensión del relato a la de la historia, en donde el relato es el modo y el orden en que se cuentan los acontecimientos, pero la historia es la sucesión cronológica de los hechos. Más allá de cómo se cuente, predomina en la narrativa -escrita, audiovisual- la idea de que el/los personajes salen a la aventura, realizan acciones porque deben resolver o enfrentarse a un conflicto. El conflicto puede ser externo o interno, y el esquema también funciona para el camino del héroe. Hay algo -un conflicto- que lo hace salir de su casa.
Y no es que haya nada de malo con esta manera de pensar las historias. La idea acá no es criticar o desestimar esta forma, sino sumar al juego otra que proviene de Oriente.
Esta estructura se llama kishōtenketsu, y se la conoce también como estructura en cuatro actos o no orientada hacia el conflicto, aunque a pesar del título de este artículo, vamos a decir que tampoco es que el conflicto no aparezca de ninguna manera.
Originaria de una estructura poética china de cuatro versos, más tarde pasa a Japón y se desarrolla más allá de la poesía en una manera de presentar un argumento, y un orden para narrar una historia. La palabra que le da nombre resume el concepto, derivada de ideogramas chinos: ki o kiku se refiere a la introducción; shō al desarrollo; ten, a un giro o elemento nuevo; y ketsu, la conclusión.
Veamos más en detalle:
Introducción: aparece el o los personajes, se presenta la escena.
Desarrollo: se profundiza sobre ese mundo y esa situación inicial, pero no sucede nada nuevo a nivel trama.
Giro: aparece un elemento nuevo, o se ve desde otra perspectiva la situación inicial. Ese elemento puede no tener relación con las escenas iniciales, lo que en retórica llamaríamos non sequitur; sin embargo, no es exactamente eso porque en la
Conclusión: los elementos del comienzo y el elemento o enfoque nuevo del tercer paso se unen, se asimilan, cobran un nuevo sentido.
Vale aclarar que esta estructura no es necesariamente una estructura narrativa que se opone a la estructura de tres actos, pueden convivir muy bien. Es más bien un dispositivo que permite orientar la historia no hacia el conflicto en el sentido del enfrentamiento, de antagonistas, y de ganadores o perdedores, de manera amplia, sino en la idea de sorpresa, de conclusión que junta los elementos que se sembraron antes, sin un objetivo de éxito en la misión, de resolución, sino de asimilación.
Como ya dije, este dispositivo tampoco quita que haya algún conflicto en la historia, que se puedan identificar tensiones en juego, pero es un cambio en el planteamiento, en la orientación de lo que sucede, y un cambio también en la orientación de la lectura, en la forma en que vamos a interpretar los acontecimientos. No vamos a preguntarnos cuál es el conflicto de este personaje, qué es lo que lo lleva adelante, sino cómo juega ese nuevo elemento en ese mundo, y la respuesta no es quién gana o quién pierde, quién consigue su objetivo sino cómo logran relacionarse.
Un ejemplo ya bastante citado en los artículos que hablan del kishōtenketsu de historias no orientadas hacia el conflicto es la del cine de Miyazaki, del Estudio Ghibli. Por ejemplo, Mi vecino Totoro, en donde vemos cómo dos hermanas se acostumbran a su nueva vida en una zona campestre, llena de criaturas mágicas. Aparece de fondo la trama de su madre enferma y la espera de noticias del hospital, pero no gira alrededor de eso la situación ni la acción de los personajes. Se me ocurre que no es casual que el mayor éxito internacional de Ghibli, o por lo menos su entrada triunfal en Occidente, haya sido con El viaje de Chihiro, que comienza al menos de manera más similar a la estructura de tres actos. Al comienzo de la historia, Chihiro se enfrenta al conflicto de que sus padres fueron “secuestrados” o encantados por alguien y debe hacer lo posible por salvarlos, aunque después entra en esa lógica de la fantasía y la leyenda japonesa que para los espectadores occidentales es un poco extraña. Y es posible que parte de esa extrañeza sea que el motor de las acciones no gira alrededor de un conflicto central.
Por supuesto, que el cine de animación de Ghibli no es el único ejemplo, y que este formato o modelo de organización se usa mucho en la tira de historieta de cuatro cuadros. Y desde mucho tiempo antes de que esta palabra y explicación llegara a nuestros pagos.
Acá vemos una tira de Nancy, de Ernie Bushmiller, de 1951, que responde a la estructura de cuatro actos del kishōtenketsu.
Es un dispositivo útil para el gag, que implica esa sorpresa, ese giro final. Acá hay otro ejemplo contemporáneo, de Gastón Caba*, en la tira Churro, el conejo (Edelvives):
En este caso también mantiene los actos en los cuadros, y al tercer acto incorpora esa escena otra, que luego se junta con las dos primeras. En otras tiras de Churro, Gastón utiliza esta estructura pero no con el mismo ritmo. En el segundo y tercer cuadro incorpora ese elemento novedoso, que en el último cierra el gag. Como en esta otra, en donde la primera abeja aparece ya en el segundo cuadro y el panal en el tercero, dando un paso más gradual a ese giro o elemento nuevo:
También este dispositivo puede pensarse en algunos libros dedicados a la infancia. En Un regalo sorpresa, de Isol (FCE) la historia puede leerse desde esta perspectiva. Nino, el protagonista, encuentra de casualidad un paquete que será su regalo de cumpleaños. Pero tiene que esperar al otro día a que se lo den. Mientras tanto, intenta adivinar qué hay adentro. Esto puede leerse como un conflicto, claro. Pero el foco no está puesto en eso, me parece. Nino especula con el paquete, si rebota, si hace ruido, si pesa. Pero la resolución de la historia viene de la mano de un giro *spoiler*: el regalo es un libro. La aparición del libro, en el universo de Nino es un elemento extraño, desconocido. No estaba considerado ni en su especulación ni en su interés de posibles regalos.
Al final, por supuesto, el libro le da todo lo que quería de los regalos imaginados. Se une ese elemento disruptivo, sorpresa, con el ideal de Nino de los regalos en las primeras páginas.
Es solo un ejemplo, muchas historias infantiles giran más alrededor de una sorpresa o develación final, de un pequeño gag, que a partir de un conflicto. Pienso ahora en casos de narrativa visual, como La sorpresa, de Sylvia Van Ommen (FCE), o Profesión: cocodrilo, de Giovanna Zoboli y Mariachiara Di Giorgio (Pípala), en donde sin palabras nos encontramos frente a una historia que no está orientada alrededor de un conflicto y aún así mantienen la atención y el interés narrativo.
Seguro que hay muchas más obras para analizar y en donde se puede identificar este dispositivo, aunque no haya sido pensadas a partir de esta forma. Como digo muchas veces en las clases, entender de narrativa, entender cómo funciona una obra no quiere decir ni que los autores las pensaron necesariamente así ni que tengamos que comenzar nuestro proyectos siempre de recursos y dispositivos, sino que nos sirven como herramientas de análisis, como recursos a tener en cuenta para revisar y ajustar cosas si hace falta, una vez que ya está escrito o bocetado, y también, claro, por qué no, como disparadores para empezar a trabajar en algo nuevo. No deja de ser un desafío tratar de pensar una historia interesante sin hacer foco en el conflicto que guía a los personajes, o el una historieta de cuatro cuadros, que responda a la estructura de kishōtenketsu.
*De hecho, gracias a Gastón Caba conocí el concepto, cuando nos conocimos en 2015 o 2016 y trabajamos en la edición de Churro. Gastón me pasó el artículo de Still Eating Oranges, un colectivo de artistas, que explica esta estructura y la propone como alternativa al pensamiento occidental orientado al conflicto. En ese momento, investigando, la entrada de Wikipedia era más breve de lo que es todavía y no existía en castellano, (aunque ahora sí), y no había otras referencias en la web salvo ese artículo en inglés y uno sobre videojuegos y el creador de Mario Bros. Me interesaba el concepto para incluirlo en clases de estructura narrativa, y para pensar otras formas de contar. Por todos lados se citaba ese artículo de SEO como primera referencia y empecé a dudar de que se tratara de un invento, ingenioso, claro, pero invento al fin. Terminé recurriendo a mi amigo Masao, que estudia japonés, para que hiciera una búsqueda en esa lengua y resulta que tampoco era una palabra tan común entonces, aunque sí aparecía en algún viejo manual de poesía. Ahora, por el contrario, hay bastantes artículos y videos que explican el kishōtenketsu, sobre todo desde el ámbito del guión de cine y el análisis audiovisual y lentamente va llegando al storytelling en su versión management. Veremos por dónde sigue su recorrido y sobre todo, si es que se lo empieza a aplicar como una alternativa o, mejor, como una dimensión nueva a la manera de contar e interpretar historias.
Qué interesante profundizar en este concepto para mí tan novedoso. La primera vez que escuché hablar de él fue en tu curso. Y la verdad es que me ha encantado. Añadir formas de contar historias libera presión y permite más el juego y la creatividad.
ResponderEliminarMe encantó , muchas gracias, lo relaciono con los haikú, y con la idea de conflicto y competencia capitalista, occidente nos muestra siempre otra forma de habitar el mundo
ResponderEliminarEstoy muy entusiasmada con cada uno de los recursos e ideas que presentás en el curso. No sabía nada al respecto. Es nuevo para mí esto de kishōtenketsu. Voy a seguir investigando... muy agradecida!
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