Acá, más que de salida, se trata de poner a andar y que otro tome la posta.
Empecé Una palabra por día en 2010 como un proyecto creativo (en esa época no lo hubiera reconocido como tal, claro) anual. Una manera de comprometerme sostenidamente en el tiempo. Algo que mucho más acá entendí: eso de enfocarse en una forma y explorarla y repetirla y mantener esa sintonía.
Cuando terminó, lo pasé para que lo siguiera otra persona. Descansé un par de años y volví a la carga en 2013 con uno un poco más exigente, pero no tanto: El día de. También pude sostenerlo y también, una vez que cumplí la fecha, lo pasé.
Ahora acaban de irse con sus inquilinos por 2020.
A lo largo de todo este tiempo, los blogs pasaron por un montón de manos, de estilos, de ideas (siempre manteniendo el planteo original). Las personas a cargo fueron amigas, conocidas o contactos "desconocidos" que se interesaron a la propuesta por verla en las redes, y nunca nos vimos las caras. Algunos años se colgaron y no se completaron, no importa. Otros fueron más ambiciosos e hicieron del blog su espacio para experimentar y jugar con las palabras y las imágenes. Ojalá que no se acabe nunca y que batamos alguna especie de récord.
Que no se corte.
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