La forma de las cosas

No hay dameros en el trazado de Munich. Acá en la zona de Pasing, las calles están tiradas, serpenteantes, en medio de bosques, riachos, casonas... La gente no camina. Se toman un colectivo por siete u ocho cuadras, y cambian de colectivo por otras diez o doce cuadras más. Claro que hablar de cuadras en este trazado es bastante extraño. "Pero es muy cerca", digo. "Llueve", me contestan. Traje mi paraguas transparente. Y no entiendo el problema de caminar bajo la garúa de invierno, unos metros nomás, entre el silencio de los árboles y el ruido del agua.

Primer día en la biblioteca: caras nuevas, nombres imposibles de repetir. Tengo un escritorio en la sala de lectura y referencia. Me enseñaron a buscar en el catálogo, a encontrar los libros en los estantes. Preguntanos todo lo que necesites, pero no special treatment, ahora sos como una más de nosotros acá, enjoy, read, do your research. Al mediodía almorzamos en un restaurant con vista al lago. Los patos, claro, festejando la lluviecita. Creo que puedo acostumbrarme fácil a esta rutina.

¿Es posible que haya demasiado silencio? ¿demasiada tranquilidad? no es que me moleste en absoluto, pero se siente otra densidad del paso del tiempo. Tal vez tampoco hay dameros, o lo equivalente en el orden temporal, y los minutos transcurren, discurren, por el camino que se les antoja. Días de lectura y escritura por delante, días de sonidos nuevos adentro y afuera. Paseos por ciudades del mapa terrestre y del mapa interior.