jueves, 12 de mayo de 2011

Museos

Curar un museo y preparar el guión de la recorrida es un poco como editar un libro. O al menos así me parece. Y como viciosa que soy del asunto presto atención a esos detalles de los editores del museo. Siempre me pregunto por qué así y no asá, cuál es la información que están dando, cómo la organizan, qué destacan, esas cosas, además de mirar lo que haya que ver, claro.
Vi varios museos en estos meses. Y muy distintos entre sí. Cada museo, como cada editorial, tal vez, o editor, tiene un estilo, una personalidad. En Alemania vi museos históricos más que nada, y el Jardín Botánico, que no deja de ser una muestra de plantas. Y los recorridos eran impecables. No solo porque estaban bien señalizados (que no necesariamente estoy pensando en eso), si no que uno entraba y podía seguir un hilo conductor, se notaba que uno veía lo que el museo quería que vieras, si me permiten decirlo de este modo. En España, en cambio, los museos son un poco más... ¿libres? No quiero generalizar. En realidad estuve en muy pocos museos acá, uno de arte en Barcelona, que me dejó incluso desconcertada. La información no era clara ni consistente, no entedía si me quería hablar de la vida del artista, de la obra, de la ciudad... del artista en la ciudad... nada claro. Y, como cuando uno se cruza con un libro mal editado, me daban ganas de reordenarlo todo, de poner más información (mucha más!) y de cobrar más barata la entrada.

Los museos históricos siempre me hacen pensar, sobre todo cuando hay intentos de reconstrucciones o partes de habitaciones, cómo eran realmente todas esas cosas en uso. Me acuerdo, inclompletamente, de una novela infantil que leí cuando era chica sobre una chica que resulta ser un fantasma, que habitaba lo que solía ser su casa pero ahora era un museo. Y este personaje decía algo así como que lo primero que le llamaba la atención era que veía sus muebles pero en otros lugares, sus cosas, pero no como ella las había dejado, y sobre todo un montón de gente que pasaba por ahí a mirar todo y ella no los conocía. No recuerdo más del libro, ni autor ni título, pero esa imagen me quedó grabada. Es un poco como el teléfono descompuesto, que generaciones y generaciones (y en estos casos, además, guerras, bombardeos, ocupaciones) van levemente modificando, deformando, transformando eso que nos muestran ahora como "el gabinete de...".

Desde que hace unos años estuve en "las cuevas de Altamira" que son en realidad una reproducción de las verdaderas cuevas de Altamira, esto de visitar sitios y museos me resulta casi juguetón. Sé que no me voy a dar cuenta si estoy viendo una reproducción. Y no es para ponerme a filosofar sobre el aura y la reproducción ni nada de eso que me excede totalmente. Soy sincera: si ese tapiz que estoy viendo es una reproducción de un tapiz original -es triste, quizás- pero no me doy cuenta. El aura, en todo caso, (ojo que no leo Benjamin desde hace más de diez años) está dada -para mí, al menos- por el entorno, por la curación, por la edición del lugar más que por el objeto en sí.
Salvo, claro, con algunas piezas, algunos edificios, algunos cuadros y algunas esculturas que te cortan la respiración. Que los hay y he visto varios por suerte.

Esas cosas de ver. Hay en Granada una muestra temporal de M.C. Escher, que siempre me fascinó. Con litografías y xilografías originales. La muestra está, además, montada de manera muy interesante, acompañada con unos audiovisuales, textos, esculturas hechas sobre obras de él. Fue una joyita verlo. Y además, como a veces sucede, me llevó a descubrir algo que no hubiera visto de otra forma. Una parte de esta exposición está en el Museo Carlos V, en la Alhambra, y la otra, abajo en la ciudad, en un lugar maravilloso que se llama el Parque de las Ciencias.
Como yo andaba en ánimo de caminar, a la mañana subí a la Alhambra a paso seguro, vi el museo histórico, luego esta muestra y luego... bajé caminando, crucé la ciudad y llegué a este Parque. Ya cansada, dispuesta a ver solo la parte de Escher. Pero, cómo se me ocurre, el lugar es fascinante. No podés dejar de tocar, de jugar, de sorprenderte a cada paso con todo lo que hay. Imaginen si uno se puede resistir a un cartel que dice: "¿Cómo es estar dentro de un caleidoscopio gigante?".

Una cita de Escher en una pared de la muestra: "Una persona que tenga una conciencia lúcida de los milagros que la rodean, que haya aprendido a animarse en la soledad, habrá conseguido avanzar todo un trecho por el camino hacia la sabiduría, ¿o acaso es que he perdido el rumbo?"

Mención aparte, y casi en letra más pequeña, merece mi (casi) inconfesable devoción por los shops de los museos. No puedo evitarlo, ahí voy desesperada a ver qué hacen, cómo vuelven producto la historia, el arte, la ciencia. Tal vez con estos pequeños tesoros ahora pueda curar una muestra de las muestras y museos que visité.

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