viernes, 28 de enero de 2011

Me crucé en el subte con la moza del bar donde suelo almorzar. Me presentó a sus hijos y a su papá. Se iban al cine y a la noche, de vacaciones. “A Río Negro”, aclaró la nena. Todos me saludaron con un beso y una sonrisa. Y la sonrisa no era -o no era solo- por la ocasión del paseo, se notaba que la sonrisa les viene de adentro, de siempre, de gente buena que anda contenta por la vida, y encima contagia.

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