domingo, 2 de agosto de 2020

Genealogía



Vengo pensando mucho en esto últimamente (y un episodio de Creative Peptalk de Andy J. Pizza me hizo reencaminar algunas ideas), pero todavía no logro ponerlo bien en palabras, así que va esta foto y esta reflexión como un pensamiento en proceso. 
Estas figuritas de cerámica las hice yo, en esas fechas que agregué en la imagen. Ya conté en otra entrada que voy a cerámica desde muy chica, siempre a talleres (solo dejé un par de años cuando mi profe de casi toda la vida decidió jubilarse y cerrar su taller, hasta que encontré otro). Y entre las pocas piezas que quedaron del primer primer taller (uno al que fui solo un año o algo así), conservo ese personajito que estuvo por años arrumbado en algún cajón, pero que desde hace un tiempo rescaté y junté con estos otros y más, más cercanos en el tiempo pero todos parientes, sin duda alguna. 
Me gusta encontrar, explorar esa genealogía. Andy Pizza apuntaba en ese episodio a cómo encontrar tu voz artística o cómo identificar qué tendrías que estar haciendo y que la respuesta muchas veces estaba en algo que ya habías hecho. Resuena también con Anne Lamott en Pájaro a pájaro cuando propone empezar a escribir por los recuerdos de infancia y desde ahí construir, recorrer la memoria, encontrar un relato que no necesariamente va a ser sobre la infancia. Creo que esas ideas se tocan en un punto con esto que vengo pensando: cuál es el hilo conductor del tiempo, una genealogía de los intereses, del hacer que se despliega hacia atrás. Y cómo eso señala hacia adelante. 
Sabemos que hay muchas formas de contar una historia, de escribir nuestra propia historia. Pero no es solo eso. Es más bien una excavación arqueológica. Piezas semienterradas, tal vez incluso olvidadas, que de pronto pertenecen todas al mismo museo. Tal vez sea una forma de buscar respaldo en el pasado. De armar el museo de una misma (y esto es tema de otra entrada que llegará en algún momento, y también el título de un libro hermoso).
Y no en el sentido de ay, juega con legos, va a ser arquitecto. Que me parece un poco determinista y acotado. Pienso al revés, en ideas que se reflejan, manos vistas por un periscopio que ya no se sabe bien adónde se ubican. Escuché a muchos artistas, en especial ilustradores, que dicen que la diferencia entre ellos o ellas y otros es que nunca dejaron de dibujar. Que no se desviaron de ese hacer que empezaron de chiquitos. 
Hay algo envidiable y encantador en esa idea, pero también algo tajante, un no lugar a cambiar de plan, a empezar tarde, a retomar, a reencontrarse. Y por supuesto que estoy a favor de todo esto: de los desvíos, de las genealogías que se van cruzando, de las capas que se superponen y terminan en otra cosa nueva. Y bien, claro, para quienes siguieron un camino inequívoco. Pero bien también para la exploración de rutas alternativas. Andá a saber por qué tomamos el camino más largo, qué souvenir traemos desde ese otro lugar que por momentos parece demasiado alejado. Hay otro título hermoso de otro libro hermoso, en este caso uno de Adela Basch y María Delia Lozupone, que resume este paseo inevitable: Crecí hasta volver a ser pequeña
Me gusta, decía, encontrar esta genealogía y mirarla de cerca. Y estar atenta para ver por dónde siguen creciendo esas ramas. 


2 comentarios:

  1. Hay un libro en lo que escribiste, y es uno de los buenos, de esos en los que todos podemos encontrarnos.
    Así como somos siempre los mismos, somos a la vez diferentes a cada paso. Todo el tiempo, cerca y lejos, en escala atómica y también cósmica, hay movimientos que nos incluyen. También a escala humana, y en muchos planos a la vez.
    Tal vez somos más distintos entre el principio y el final de un día que entre los primeros años y ahora.
    Creo que se dice inefable cuando algo no puede decirse con palabras. Tal vez se pueda y a mí no me sale.
    Como sea, es un hilo para seguir y encontrar muchas sorpresas.
    Y de las buenas.

    ResponderEliminar