jueves, 11 de octubre de 2012

Recorridos

Me habían dicho que la feria era gigante. ¿Pero taaan inmensa?
Sorprendida.

Alemán. Tengo que estudiar alemán. Es un poco exasperante ver tantos libros en los catálogos, en las librerías y ahora en la feria y no poder leerlo.

Había alguien a quien quería ver, esas personas que uno sabe que tiene que ver, una amiga que vi poquísimas veces en mi vida pero es de la gente que se quiere aprovechar cuando anda cerca. Era difícil combinar, porque yo estoy sin celular y ella estaba sin mail y así. Por supuesto, nos encontramos de casualidad en un pasillo y anduvimos un rato y a su vez, me presentó a otra gente maravillosa. Vimos a una artista que nos leyó un texto de Pina Bausch que todavía me acuerdo y se me pone la piel de gallina de la emoción.

Es fácil, sin saber ni una palabra de alemán, moverse por la ciudad. Los tranvías, subtes y trenes están claramente señalizados.
En la feria, en cambio, tiene unas dimensiones extrañas, y no terminé de entender la señalización. Creo que más bien es que casi por todos lados se llega a todos lados, pero hay algo demasiado inmenso para resumirlo en números y letras. Sin embargo, ah, funciona bastante bien mi sentido de orientación especial para ferias. Se ve que es un ambiente que me va. No hay caso, hay una energía en las ferias que me hace bien. Hasta que me deja extenuada, claro.

La feria y los cockteles y estas cenas alemanas.

De pronto, en el desayuno del Sportschule, en un pasillo de la feria, nos cruzamos con un Fellow y nos saludamos como hermanos que se reencuentran después de años de no verse. Todo abrazos y sonrisas y buenos deseos. Sonrisas que provocan más sonrisas.

En un momento, siento algo así como nostalgia, una nostalgia extraña. Trato de entender. Y es ese saber de estos lazos que se crean para mantenerse a través del tiempo y la distancia. Me acuerdo de los amigos, grandes amigos, que conocí en Madrid. Y cómo el vínculo -más, menos a veces, pero ahí está- se mantiene firme. Y también sonreiría con mucho gusto si me los cruzo por un pasillo. Y me encantaría cruzármelos más seguido.
Cómo esos afectos, que viven lejos, que no son de lo cotidiano, de pronto se sienten tan cerca y tan cálido.
El martes, en una cena a la que estuvimos invitados, en uno de los discursos una señora dijo: First, friends; then, business. Y sí, eso pasa. Sonrisas que provocan más sonrisas.


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