sábado, 29 de septiembre de 2012

Día de vuelo

No entiendo bien qué quiere decir eso de los "no-lugares". Es una idea de alguien, no sé bien quién y sé que no me tocó estudiarlo, pero sé que prendió como concepto para describir shoppings, aeropuertos...

Espero en un aeropuerto y me viene a la cabeza eso del no-lugar, lo que sea que eso signifique. Pienso que estuve esperando en varios aeropuertos en mi vida. ¿Me los acuerdo? ¿Puedo distinguirlos? Quizás recuerdo sí, alguna cosa de cada uno, del momento de cada viaje. Algunas cosas se confunden. Son muy parecidas entre sí.
Espero en un aeropuerto. Poco tiempo y sin embargo se siente mucho tiempo. Miro con atención a mi alrededor la construcción, la forma de poner los anuncios, los locales abiertos, los que no, los tachos de basura, las señales de seguridad, escucho los ruidos. Hay muchas de estas cosas que son particulares de este aeropuerto. Donde apenas me toca estar una hora. Y la gente, que es tan distinta siempre. Que siempre supera las combinaciones posibles de gente que uno imagina: una señora está con dos niñitas rubias ¿mellizas? vestidas iguales, y que no se quedan quietas.. La señora mira con ojos vacunos, quieta por todo lo no-quietas que están esas niñas. De las dos niñas, sí, mellizas, una tiene la remera fuera del pantalón, los pelos sueltos y salvajes. La otra, la remera en el pantalón, el pelo atado. Son tan iguales y tan distintas con tan pocos años. Un señor vestido de traje oscuro y ojotas verde fluo en los pies. Es imposible dejar de mirar a la gente. Y además soy de hablar, claro. Me acuerdo del viaje anterior, la señora argentina viviendo en Italia hacía veinte años, pero ya no me acuerdo los detalles que me contó, sobre su perro, y sus hijos (en ese orden), y me acuerdo también de la monja brasilera con la que caminé todo el aeropuerto de Madrid.
Claro que todos estos pensamientos surgen en esta hora un poco muerta, que no tengo más que hacer que esperar un avión. Y pienso. Y miro. Y escucho. No entiendo, o no comparto, o no sé qué es eso de los no-lugares. Porque ese presente largo de la espera hace del tiempo un lugar propio tal vez: el ahora como un lugar. Porque todos nosotros, todos nosotros los que esperamos aviones y llegamos y nos vamos y nos despedimos y nos reencontramos o nos sentimos solos a medianoche en un aeropuerto cualquiera estamos compartiendo ese ahora.

4 comentarios:

  1. Bello, Natalia. Disfrutá mucho este viaje y contá, contá, que acá estamos, viajando un poco con vos, siempre igual y a la vez tan diferente. No sos la misma después de cada viaje, no somos los mismos después de acompañarte. Besos

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  2. Eso, lo que dice María Inés.

    Y, entre otras cosas, los aeropuertos son buenos lugares para escribir.

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  3. Marc Augé. El antropólogo que tuviste que leer se llamaba Marc Augé.

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  4. Viaje y vuele, que de los viajeros es el reino de los cielos!

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