lunes, 12 de marzo de 2012

Tu superhéroe personal

Rolando se acuesta en el precipicio, despreocupado, y yo paso vértigo.
Algunos dicen, Rolando, que tu vida es sosa de tan sin sobresaltos. Pero yo sé que no, Rolando, que no hace falta conocer la desgracia para conocer la emoción. Que las pequeñas sorpresas te hacen el día, encontrarte un botón por la calle, que alguien te convide un pan con chicharrones, que se te estacione en la mano una vaquita de san antonio. Porque las delicias cotidianas nadie te las anuncia, Rolando, y tendrás también tus problemas, que no son los que me informa el servicio del seguro, como que solo quedan medialunas muy tostadas en la panadería esta mañana o el agua sale un poco tibia de la ducha. Y a veces es tan suficiente eso para sentirse miserable, por supuesto.

Y mientras tanto yo, tu superhéroe personal, atajo los dardos que tienen tu nombre, los muelo, los macero en salmuera y los convido, como quien no quiere la cosa, a los vecinos más ruidosos, que un poco de ruido en la panza no les va a venir mal.

Parece que no sé hacer otra cosa, Rolando, que estar atenta a tus problemas. Y es que hay días en que me pone más contenta pensar en contarte sobre el brote nuevo de la flor de nácar que el brote nuevo en sí. Ay, Rolando, que tu sonrisa sonsa se me volvió el mundo, me temo. Y así estamos.


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