viernes, 25 de marzo de 2011

Presente

Yo, que hablo mucho en general, tengo que pensar en inglés antes de decir, si quiero comentar algo por acá. Y no siempre es suficiente mi inglés. Ni las diferencias entre el mío y el del oyente de turno. Y casi nada de small talk, que es un género que me gusta tanto.
Aprendo a administrar las palabras. A traducir pensamientos, sentimientos.
Y también en este diario.
Al fin y al cabo, el tema es pasar a palabras, en cualquier idioma, cosas del orden de la experiencia.
Y hay algo del orden de la experiencia que es casi imposible de poner en palabras. El presente se le escapa a las lenguas.

Ayer le hice probar el mate a una autora alemana que además es traductora de chino. Y le gustó. Estuvimos un rato sentadas en la cocina de la biblioteca, charlando sobre su obra y su trabajo y compartiendo un mate.
Ayer me sentía muy mal -un dolor rarísimo en la mandíbula desde el sábado- y tuve que conseguir un dentista. Mi seguro médico contratado en Buenos Aires dio pruebas de la burocracia y la inoperancia administrativas -por si yo empezaba a extrañar-, pero la efectividad de la gente de la biblioteca me consiguió un médico cerca y en el día. Así que fui, llené una planilla que me preguntaba cosas en alemán, y me atendí con un dentista que me revisó y me explicó todo en perfectísimo inglés, el mismo que usó seguramente durante su estadía de trabajo en África, como decía en sus antecedentes. Me recomendó no bostezar con la boca muy abierta.
Ayer también me senté en un bar de barrio a tomar un café y leer un rato, y vi un gato por primera vez desde que estoy acá, pero no quiso salir en la foto.
Después fui a una inauguración de una muestra de ilustraciones de Klaus Ensikat, ahí mismo en el castillo, pero ya de noche. Unos originales increíbles. Hubo discursos, habló su hermano, que es comediante, y la gente se reía. Una pequeña orquesta de cuerdas. Brindis. Me presentaron a un /giojan/ y a un /giejen/, imposible de pronunciar esos dos nombres que sonaban casi casi el mismo para mí pero que seguro eran diferentes.

Hoy el día volvió a su rutina de estudio en la biblioteca. De camino a casa unas compras y ver a todos los vecinos limpiando y preparando los jardines para la primavera. Voy descubriendo algunos detalles más sobre la vida acá: los stickers de colores que se repiten en las cercas tienen que ver con los tipos de basura que hay en los tachos: plásticos, papel, y así.
Otra: no debe hacer nunca mucho calor en este lugar, veo unos parques enormes, preciosos, banquitos, árboles, casitas y juegos, pero ni una pileta. ¿Qué gracia tienen todos estos terrenos sin pileta? 

¿No debo contagiarme de este espíritu primaveral? En los mercados y locales hay flores, anuncios de cosas para los jardines, ropa de veranito. Noto que los días mejoran, que la luz del sol dura un poco más. Sin embargo, cuando vuelva a casa me va a tocar el invierno.
Es difícil no contagiarse de la primavera. Pero también es difícil estar acá y no pensar en allá, a veces.

Pequeñas y torpes descripciones para este presente que se niega un poco a ser puesto en palabras. Puedo contar algunas cosas que hago, que veo, pero hay otras que no sé decir.
   

1 comentario:

  1. Lo de la mandíbula es pánico maxilo-lingüístico. Unos pocos días antes de mi primer viaje a Europa me empezó a joder la muela de juicio, ¡que ni siquiera había despuntado! Era una clara señal de que estaba contracturada de antemano, pensando en que tendría que hablar en inglés durante un mes...

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