lunes, 28 de marzo de 2011

Fiera

Italia ya suena más a Buenos Aires. Aprendo palabras más rápido y, además, necesito menos porque se parecen un poco. A cada rato me acuerdo del per la nena camone de Pinti porque el acento se me pega y hago papelones.
Italia suena más a Buenos Aires en muchos sentidos: el ruido, la velocidad de la gente, los imprevistos...
Igual, no puedo decir que realmente conozca nada de Italia. Me zambullí desde temprano en la feria y ahí es otro mundo, de múltiples idiomas.

Bromeando, en Buenos Aires a la feria de infantiles le llamamos la fierita. Acá se llama Fiera.
Paseo todo el día. Saludo gente que conozco y saludo gente nueva. Hay un clima de trabajo alegre e intenso que me gusta.
Dos pasos y me siento abrumada por tantos libros, imágenes, palabras que no puedo leer, que sí, que ya no sé. Dos pasos más y me siento motivada por tantas cosas nuevas, llamativas, jugosas. Y subo y bajo, voy y vengo, cada dos pasos, de la indignación al encanto, del miedo a la maravilla.

En la feria, en Buenos Aires, se me cansan las piernas, me duelen los pies, me pesa la mochila, me molesta el calor, no puedo creer lo lleno de gente que van los colectivos a la salida. Acá, camino todo el día con kilos encima que aumentan peligrosamente, hago fila para comer, para pagar, para buscar el saco (¡media hora de fila en el guardarropas!), viajo como sardina pero no me quejo, claro. Viajando uno puede ir con ojos nuevos.

Me voy a pasear un ratito apenas por la ciudad vieja. No entiendo nada de nada de la explicación que me dan en la casa de turismo para volver a mi hotel. La calle del hotel ni siquiera aparece en el mapa. Anochece. Y me siento a tomar algo con una amiga en un bar, a charlar sin parar. Después ella se va por su lado y yo pregunto todavía dos veces más antes de encontrar la parada del colectivo que supuestamente me tiene que llevar a donde quiero. Es díficil de explicar, pero me asombro a mí misma de la tranquilidad que tengo.
Una parada antes de la que se supone que me tengo que bajar, reconozco una esquina. Bajo y efectivamente es ahí. Llego al hotel contenta con estos nuevos ojos que me llevan.

1 comentario:

  1. ¿para qué sirve viajar?
    quizá para recuperar la extrañeza en los ojos.
    (¿o no es eso precisamente el "tener ojos de niño?)

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