miércoles, 16 de marzo de 2011

Día de viajar

Se supone que en el mundo de hoy todo está al alcance de la mano con un click. Pero sin embargo me llevó unas 26 horas aproximadamente desde que salí ayer de casa hasta que llegué aquí. Y solo fueron doce horas de un vuelo más una hora de otro vuelo, más una hora de tren. Pero si uno cuenta la llegada al aeropuerto, las esperas, los trámites... Me acuerdo que en Smila nombraban una unidad de medida para los viajes en el polo norte que tenía que ver con cuántas noches tocaba dormir, y que por supuesto cambiaba según el paso que uno hiciera... Con esa idea, podemos proponer nuevas unidades de medida: la cantidad de veces que hay que mostrar el pasaporte, la cantidad de modelos de sillas de sala de espera que uno ve, la cantidad de filas que tiene que hacer, la cantidad de puertas con sensor que uno pasa, la cantidad de baños diferentes que uno usa...

Es rarísimo andar por un lugar rodeada de gente a la que no le entiendo ni una palabra. La entonación incluso es extraña, oigo una conversación animada, pero podrían estar a punto de pelear y no me doy cuenta del todo. Traigo instrucciones que incluyen: follow the green line, buy ticket at the blue vending machine... parece que los colores son más universales, no tuve problemas hasta ahí. Solo me equivoqué en el paso: go to the North exit... North no es un color. ¿Debería haber traído una brújula?

Un vuelo de doce horas sin prender una sola vez la luz de abrocharse los cinturones. Cruzamos el Atlántico como si nada. Eso sí, los asientos no califican de reclinables. Para dormir cómodos viajando, mejor un coche cama a Córdoba. A todas las chicas nos regalaron una rosa cuando bajábamos del avión, con su pipetita de agua y todo.

Si no entendí mal, el aeropuerto de Frankfurt es uno de los diez más grandes del mundo (no pienso chequearlo porque el dato me sirve para cancherear). En media hora hice los papeles y los chequeos correspondientes y encontré la puerta para mi vuelo de conexión. Todos son muy amables, extremadamente. Incluso el señor que me hizo abrir la valija porque no entendía para qué podía traer un termo vacío.

Ya hice algunas compras para cenar y estoy instalada en mi cuarto, en Pasing, Munich. Por la ventana, árboles con cara de invierno aunque en algunas pocas plantas se empieza a notar que viene la primavera. (Un año con doble primavera para mí.) Pero todavía hace falta abrigo y estufa. Mañana arranca el trabajo en la biblioteca. Por ahora, el trabajo que me toca es guardar ropa en el armario.

3 comentarios:

  1. Hermoso relato, sentido, visual.

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  2. Queremos ver fotos
    Gran OJO COLORADO

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  3. Me encantó. Casí sentí el perfume característico de las salas de espera de los aeropuertos, pude escuchar el sello y el placer de llegar a destino después de un largo viaje. ABRAZO

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